Claudia Sheinbaum, candidata a suceder a López Obrador: “La democracia no está en peligro en México, solo algunos privilegios”
Claudia Sheinbaum (Ciudad de México, 1964) es la jefa de Gobierno de Ciudad de México, que con más de 22 millones de habitantes es la mayor urbe del mundo donde se habla español, y la favorita en todas las encuestas para relevar al carismático y polémico Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en la presidencia del país tras las elecciones del año que viene. Sheinbaum lleva más de dos décadas como dirigente de máxima confianza de AMLO en su pulso contra el establishment mexicano, que les llevó a fundar Movimiento Regeneración Nacional (Morena), la formación que desde 2018 domina la política nacional y también la gran mayoría de regiones del país.
Con una larga trayectoria de militancia en la izquierda y científica de prestigio –estuvo vinculada al grupo del ingeniero químico Mario Molina, premio Nobel en 1995 por sus investigaciones pioneras sobre el cambio climático y el agujero de la capa de ozono–, Sheinbaum aspira a proseguir el rumbo marcado por su mentor político, pero añadiéndole su propia fórmula personal, más ecologista y feminista. Recibe a elDiario.es en la sala de máquinas de la Casa de Gobierno de la ciudad, en el Zócalo, frente a un busto de Benito Juárez, uno de los próceres mexicanos de referencia para el proyecto de Morena.
¿Quién es Claudia Sheinbaum? ¿Una política que fue científica? ¿Una científica que está en política?
Una mujer, madre y próximamente abuela. Y sí, científica y política. Durante muchos años me dediqué al trabajo universitario y académico, pero en ningún momento dejé de estar vinculada a la participación política.
¿Hasta qué punto son compatibles ambos mundos?
Veo una intersección clara: el objetivo de ambos es preguntarse los porqués y cómo transformar.
¿Y cómo se define en política? ¿Le es cómoda la etiqueta de izquierdas?
Primero hay que precisar qué significa ser de izquierdas. Quizá en Europa es distinto porque al menos se preservó una parte del Estado del bienestar después de tantos años de neoliberalismo, pero en América Latina el objetivo fue mercantilizarlo todo. La izquierda debe aspirar a que el Estado garantice los grandes derechos, que no son mercancías: educación, salud, vivienda… Y a partir de ahí, a poner un marco para la inversión privada teniendo en cuenta que los indicadores del desarrollo no pueden ser solo el crecimiento y la inversión, sino también el bienestar, la justicia y la democracia.
¿Con cuál de las tradiciones de izquierdas conecta?
La verdad es que muchos mitos se cayeron después de derrumbarse el muro y de otras cosas. Me siento parte de una tradición de lucha pacífica por la democracia en un sentido amplio.
¿Cuáles son sus referentes políticos históricos?
De joven, como tantos latinoamericanos, el Che Guevara. Nosotros crecimos con la inmigración sudamericana y con todas las canciones de lucha y del folklore: Quilapayún, Inti-Illimani, Víctor Jara… Salvador Allende se convirtió en un referente importantísimo.
He sido de izquierdas de toda la vida y desde niña cantábamos las canciones de la guerra civil española
¿La II República española y la guerra civil no formaban parte de este imaginario?
Sí, también, por amigos y familia. Mi exmarido es hijo de republicanos, vascos y catalanes, y mis hijos son españoles por la Ley de Memoria. Y ya de chicos cantábamos las canciones de la guerra civil española en el auto. Además, en primaria fui a una escuela, Bartolomé Cossío, fundada por dos republicanos españoles, anarquistas, Patricio Redondo y José de Tapia, para promover la técnica Freinet, que considera a los niños y niñas como sujetos y que su destino es jugar y aprender a ser democráticos. Me eduqué con asambleas generales en las que se elegían presidentes y secretarios en los cursos y había un mural donde cada viernes poníamos: “Yo critico”, “Yo felicito”, “Me gustaría”.
Así que es de izquierdas de toda la vida.
Así es: crecí en una familia muy vinculada a las luchas, tanto mi padre como mi madre, muy implicada con el movimiento estudiantil del 68. Desde siempre se habló mucho en casa de política social para la transformación.
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Su familia es de origen judío, ¿qué ha significado esto para usted?
Mis abuelos paternos vinieron de Lituania y se conocieron aquí, en el contexto de las olas migratorias judías a México y América por razones económicas y también de persecución racista. Mis abuelos maternos llegaron huyendo del Holocausto. Ninguno era muy religioso y simplemente seguían las fiestas judías como algo cultural y de reunión familiar. Adoptaron México como su país, sin añorar el pasado, y mis padres, que ya nacieron aquí, siempre nos educaron en el amor a la tierra donde nacimos.
¿A qué edad entró a militar y dónde?
A los 15 años, en un movimiento en solidaridad con jóvenes que querían estudiar y no tenían plaza. Y de ahí a un continuo de luchas estudiantiles –fue muy importante el movimiento contra el aumento de las cuotas–, de solidaridad obrera y campesina… Estudié Física y decidimos que queríamos ir a trabajar a comunidades rurales, también como parte del compromiso.
¿En qué sentido?
Nos interesaban mucho los temas de energía y sostenibilidad, un campo que estaba empezando entonces. Fuimos a las comunidades rurales para ayudar a hacer más eficientes las estufas de leña y a ello dediqué mi tesis.
¿En cierta manera era ya una forma de vincular ciencia y política?
¡Sin duda! Es política porque impacta en la vida de la gente: quien suele cocinar con las estufas en México son las mujeres, que son las que más respiran el humo. Hacer más eficientes estos procesos era una forma de ayudarlas. Toda mi vida ha estado guiada por esta dinámica complementaria y desde mediados de la década de 1980 ya con perspectiva de la lucha social nacional. Entre 1990 y 1994, fuimos con mis hijos y mi compañero de entonces a EEUU, él a Stanford y yo a Berkeley, y nunca dejamos el activismo: formamos el PRD [Partido de la Revolución Democrática] en California, montábamos manifestaciones por el derecho de los mexicanos a votar en el extranjero…
¿De esa época es su fotografía publicada en la prensa con carteles contra el expresidente mexicano Carlos Salinas de Gortari?
[Risas] Sí, sí… Vino a Stanford y ahí estoy yo con un cartel: Democracy now and Fair trade [Democracia ahora y comercio justo], poco después de anunciarse el Tratado de Libre Comercio con EEUU y Canadá. Han pasado muchos años, pero seguimos más o menos en lo mismo.
¿Y cuándo conectó con AMLO?
Cuando empezó a preparar su campaña que le llevaría, en el año 2000, a la jefatura de gobierno de Ciudad de México hizo algunas reuniones en casa porque mi excompañero estaba involucrado en aquello, pero yo solo les recibía como la señora de la casa [risas]. Fue después, cuando ganó las elecciones, que buscaba para Medioambiente a una mujer, de izquierdas, científica y que hubiera trabajado en el equipo de Mario Molina, el premio Nobel. ¡Realmente yo cumplía con toda la intersección! Y a partir de ahí ya estuve en la lucha siempre con él.
¿La científica experta en cambio climático se siente cómoda con un modelo construido, en parte, alrededor del petróleo y una gran petrolera estatal?
AMLO dice que la base debe seguir siendo petróleo y gas, y lo que sigue es la transición a las fuentes renovables. Desde mi perspectiva, la descarbonización es lo más importante, aunque tengas que seguir utilizando la infraestructura actual. Estamos de acuerdo en que hay que caminar hacia la transición energética y acelerarla. Y en México se están poniendo ya las bases para ello con proyectos muy ambiciosos.
¿El Gobierno de AMLO es de izquierdas? Desde la perspectiva europea a veces genera dudas.
¡Claro! Lo que pasa es que se trata del humanismo mexicano, que puede tener algunas referencias internacionales, pero está sustentado en nuestra historia, valores y modelos.
¿En qué consiste?
Al pensamiento que consolida la Cuarta Transformación, como le llamamos al proceso actual, lo consideramos humanismo mexicano, puesto que está sustentado en nuestra historia, que es única. La austeridad republicana viene del pensamiento juarista [por Benito Juárez, presidente mexicano entre 1858 y 1872].
Muchas izquierdas han pensado siempre en Estados grandes y derrochadores. Pero AMLO, en línea con la austeridad republicana, tiene la idea de que los recursos públicos no deben destinarse a la burocracia, sino directamente al pueblo o a las inversiones. Por esto quizá es atípico: por la disciplina fiscal, la política monetaria –nunca ha cuestionado la autonomía del Banco de México–, el objetivo de evitar endeudarse incluso en pandemia, etc.
¿Y no están estas recetas de austeridad precisamente muy vinculadas al neoliberalismo?
Nuestro modelo está en contra del neoliberalismo porque provocó una profunda desigualdad social y una enorme pobreza. Creemos que el Estado debe tener las funciones básicas de proteger los grandes derechos sociales, los derechos humanos y la democracia, con lo que debe reducirse la burocracia para poder dedicar el dinero a esto. En cambio, el propósito del neoliberalismo es justo el contrario: reducir el gasto público para mercantilizarlo todo.
¿Las inversiones extranjeras son bienvenidas?
México está en una situación geopolítica privilegiada, tanto por el tratado con EEUU y Canadá, como por toda la guerra comercial entre China y EEUU, que nos coloca como un espacio de grandes inversiones. El tema es que se den con ordenamiento territorial, sin profundizar la sobreexplotación de ciertos recursos naturales y que al mismo tiempo creen bienestar.
¿No siempre ayudan a crearlo?
Fíjate en el primer TLC [Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, que entró en vigor en 1994]: provocaron maquilas en la frontera norte, una gran desigualdad social y mucha violencia, de la que aún pagamos las consecuencias. O en cómo se desarrollaron aquí algunas de las áreas más importantes del turismo mundial, con gente viviendo hacinada y sin servicios. Ese modelo priorizaba el crecimiento a cualquier precio, pero hay que generar las condiciones para que las inversiones creen bienestar y una vida digna para todos.
Las inversiones que ayuden a conseguirlo son bienvenidas. El neoliberalismo decía que todo iba a gotear: que basta con la inversión privada y que todo lo demás venía solo. Hemos visto que no es así: se ha demostrado que tiene que haber un Estado que garantice los derechos.
Algunas eléctricas, como Iberdrola, se han lucrado en México con un sistema en buena medida ilegal e ineficiente
¿Las multinacionales españolas han hecho bien a México?
Depende. En algunos casos, no. Ahora es muy claro el caso negativo de las energéticas. En el pasado se construyó un modelo eléctrico en buena medida ilegal e ineficiente que, sin embargo, es muy lucrativo para multinacionales españolas como Iberdrola. Cuando llega AMLO, obviamente dice que esto se tiene que acabar. Pero en vez de entrar a debatirlo, se amparan en sus privilegios sin importarles nada más. Es intolerable.
¿Y por qué son tan pésimas ahora las relaciones oficiales con España?
Se han juntado dos temas: el de las empresas energéticas, que no han querido entender que estamos en un nuevo momento, y el de la petición de perdón, un reclamo que desde España se vio muy mal, aun cuando el Papa no ha tenido ningún problema en expresarlo.
España aún suele dirigirse a México desde la superioridad: es ofensivo
¿Es necesario pedir perdón por hechos de hace siglos?
El tema que más enojo provoca es la grosería de cómo contestaron, que refleja una visión de superioridad. Puedes no estar de acuerdo con la petición, claro, pero llama al presidente, explícale tu posición y veamos cómo seguimos. En cambio, se optó por mandar una carta sin nada de por medio.
Tiene que haber una relación de igualdad, no de superioridad. Somos países iguales y además con muchas hermandades. Mi pareja actual vivió 18 años en España: trabajó en el banco Santander y tiene una hija española, que reside allá. El colonialismo se acabó hace muchos años. EEUU, que es el país más poderoso del mundo, lo ha entendido perfectamente, pero España aún suele dirigirse a México desde la superioridad y esto es ofensivo para los mexicanos.
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La crispación se da también dentro de México ¿Son AMLO y las políticas de Morena responsables de la polarización?
Lo que no se puede decir es que AMLO provocó la polarización. Tienes unos medios de comunicación encima de él mañana, tarde y noche y una derecha muy agresiva todo el tiempo. Lo que hay es un debate entre regresar al pasado o continuar con la transformación. Estamos reconstruyendo el Estado mexicano frente al modelo anterior, neoliberal, y un Gobierno que representa a la gente y no a determinados intereses.
Es una ruptura de enorme profundidad y la polarización política es inherente a los momentos de transformación auténtica. ¡Pero no es exclusivo de México! Mira EEUU, España, Argentina, Brasil…Después de la pandemia y con la guerra en Europa estamos en un momento muy complejo a nivel global.
¿Era necesario reformar el organismo electoral mexicano, el INE, un paso que la oposición considera un ataque a la democracia?
Quizá no se ha explicado bien, pero sí hacía falta. No podemos olvidar que el INE y esas personas que están ahí, que se enredan en la bandera y dicen que son la democracia, nunca abrieron la boca frente a los fraudes electorales monumentales contra AMLO. Además, es un organismo muy caro.
La polarización en México no es culpa de AMLO; es inherente a los procesos de transformación
¿La reforma no da argumentos a quienes acusan a AMLO y Morena de autoritarismo?
Esto no tiene ningún sentido. AMLO fue víctima de dos fraudes electorales y pese a ello siguió luchando por la vía pacífica hasta ganar con un apoyo extraordinario, que conserva. ¿Cómo puede pensarse que él va a dañar la democracia? La democracia no es el INE ni los intelectuales que siempre estuvieron muy ligados al poder y hoy están molestos porque pintan menos. La democracia es el pueblo y no está en riesgo; solo lo están algunos privilegios.
La oposición, que estaba muy dividida, ha conseguido en la reforma electoral un gran aglutinador.
Pero solo a la contra. No veo ningún contenido propositivo común, más allá del negocio y de ir contra AMLO.
Usted encabeza todas las encuestas internas para ser la candidata de Morena a las presidenciales de 2024 ¿Qué le distingue del resto de candidatos?
Mi forma de gobernar tiene que ver con mucha cercanía con la gente y no creo que eso lo tengan mis compañeros. No soy una política tradicional, cosa que ya me ayudó a ser elegida jefa de Gobierno de Ciudad de México. Y hoy estoy arriba en las encuestas por la cercanía con el presidente –porque es muy popular y hemos estado en la lucha siempre–, por el trabajo que he hecho en la ciudad, por mi propia trayectoria y por ser mujer.
¿Qué es lo que más le enorgullece de su gestión en Ciudad de México, que parece ingobernable?
Lo que hemos hecho en educación, con dos universidades nuevas para 50.000 jóvenes, las becas para niños y niñas, que es una especie de renta básica, y toda la obra de movilidad, muy vinculada al medioambiente y al espacio público. Y también hemos recuperado los valores tras una etapa de corrupción y frivolidad. Ahora se ve que hay una jefa de gobierno trabajadora.
¿Dice que ser mujer es un activo electoral en el país con más feminicidios?
En México ha pasado algo curioso: en los últimos años se ha abierto la vida pública para las mujeres de forma impresionante y a la vez se hace mucho más visible la violencia contra las mujeres. En toda la historia de México hasta 2018 sólo hubo seis mujeres gobernadoras y ahora tenemos nueve; el Gobierno nacional es paritario, hay mujeres al frente del Banco de México, en la Corte Suprema…
Algunos dicen que el presidente está en contra del feminismo, pero la realidad es que ha abierto la participación de la mujer en la vida pública como nunca. Y al mismo tiempo, obviamente tenemos que seguir trabajando por los derechos de las mujeres y en particular por todo lo que tiene que ver con las violencias.
El machismo sigue siendo fuerte, pero creo que ser mujer me ayuda a ir primera en las encuestas
¿Qué puede hacerse para reducir estas cifras tan escandalosas de feminicidios?
Prevención, cero impunidad y cambios culturales. El machismo sigue siendo un tema en México y es sobre todo de discriminación. Angela Davis decía que el feminismo era considerar a las mujeres como personas y creo que los feminicidios aún tienen que ver con esto.
¿Se considera feminista?
Siempre me he considerado feminista, pero ante las brechas de los últimos años hay que preguntarse primero de qué tipo de feminismo hablamos. Yo considero que como parte de la lucha por la igualdad está la igualdad sustantiva de las mujeres en todos los ámbitos y que tiene que haber un sistema que cuide de las mujeres. Pero a veces parece que se olvida que hay mujeres que sufren más que otras, como si todas fuéramos mujeres blancas y ahistóricas y esto no es así.
México también se ha convertido en uno de los lugares más difíciles para los periodistas.
El tema aquí es que no se trata de una violencia del Estado, de ahí el enojo del presidente con el Parlamento Europeo. Al contrario: este es uno de los momentos de mayor libertad de expresión que ha habido en México. El problema es la violencia que se vive en partes del país vinculada con el narcotráfico, que también impacta al periodismo. Pero la situación está mejorando y prácticamente no hay impunidad porque los culpables acaban detenidos.
¿No teme que se cree un vacío tras la salida de la presidencia de AMLO, que ha marcado por completo la política mexicana durante tantos años?
Entraremos en una nueva etapa, que tiene que ser distinta. Lo primero que necesitaremos es tener mucha unidad. Si nos dividimos, le damos espacio al conservadurismo. Habrá que encontrar espacios para todos y dar continuidad al proyecto con un sello propio.
AMLO sostiene que se va a retirar completamente. ¿Lo cree?
Dice que se va a retirar de la vida pública, pero hay que verlo… Creo que tiene en su cabeza que él cumplió su momento histórico y que le toca a los otros. Pero se trata de una figura muy fuerte: es difícil para nosotros imaginar la política sin AMLO.
Su perfil es diferente… En caso de ganar, ¿cómo piensa reemplazar esa conexión tan particular con el pueblo?
Evidentemente yo no soy AMLO, pero piso mucho el territorio. De ninguna manera concibo alejarme de la gente.