El desierto de Atacama en Chile se convierte en el gran basurero de ropa nueva y sin usar
El desierto de Atacama uno de esos lugares del planeta en el que una persona puede imaginarse muchas cosas. Kilómetros de arena, lagunas salares, seres vivos de singular resistencia… pero seguro que lo que pocos se imaginan son montones de ropa abandonada. Según los datos recopilados por la agencia de noticias AFP, el inmenso paraje acumula más de 39.000 toneladas de desechos textiles, aunque llamarlos así quizás no sea del todo ajustado a la realidad. Muchas de las prendas aún llevan la etiqueta prueba de que no han sido estrenadas.
El enorme montón de ropa está formado –según los datos de las mismas fuentes– por prendas fabricadas en China y Bangladesh que llegan a las tiendas de EE UU, Europa y Asia bajo el sello de marcas ‘low cost’. Aquí, al no ser vendidas, se envían a Chile que incapaz de dar salida a toda lo que llega lo acumula en sus puertos o acaba en vertederos ilegales, como Atacama. Las prendas pueden tardar en desintegrarse hasta 200 años.
La textil es la segunda industria más contaminante del planeta tras la generación de energía con combustibles fósiles. De hecho, la fabricación de ropa es responsable del 10% de las emisiones mundiales de carbono. Además, el uso de tintes y productos de acabado tiene la culpa del 20% de la contaminación del agua potable del mundo.
EN SU CONTEXTO
- 92 son los millones de toneladas de residuos textiles que se generan cada años en el mundo.
- 1.600 kilómetros mide la franja que ocupa el desierto de Atacama, en la costa del Pacífico, al oeste de la Cordillera de los Andes.
- 15 milímetros es la precipitación media que cae en Atacama al año. Está considerada como la zona no polar más seca del planeta y alberga casi un millar de especies vegetales endémicas, así como un buen número de animales como el guanaco, el zorro del desierto o la vicuña.
Los imponentes montones de ropa abandonados en el desierto chileno se fríen literalmente al sol. Y eso genera gases contaminantes. También se filtra al subsuelo pudiendo contaminar los escasos recursos hídricos de la zona. Los residentes en poblaciones cercanas hablan de la llegada de «cientos de camiones» que acude a cualquier hora del días, basculan la ropa y se van. Y no son pocos los que acuden allí en busca de atuendos para el día a día o para revenderlos en mercados locales. Un trasiego de vehículos y personas que tampoco hacen bien a un entorno en el que habitan innumerables especies de plantas, animales y microorganismos que han evolucionado para sobrevivir en este enclave extremo.