Niños, entre las principales víctimas por ataques rusos en Mariúpol
Los cadáveres de los niños yacen allí, en una fosa larga y estrecha cavada a los apurones en la tierra fría de Mariúpol, con el sonido constante de bombardeos de fondo. Está Kirill, de 18 meses, que no sobrevivió a heridas de metralla. También Iliya, un chico de 16 años al que una explosión durante un partido de futbol en una escuela. Hay una pequeña de no más de seis años en piyama, que fue una de las primeras niñas fallecidas por los bombardeos rusos en esa ciudad.
No son solo niños. Hay decenas de cadáveres en esta fosa común en las afueras de la ciudad. Se ve un hombre cubierto con una lona azul sujetada con piedras. A una mujer envuelta en una sábana roja y dorada, con las piernas atadas por los tobillos con un pedazo de tela blanca.
Los trabajadores tiran los cadáveres tan pronto como pueden porque cuanto menos tiempo pasen afuera, más probabilidades de sobrevivir a los bombardeos tienen.
“Lo único que pido es que esto termine”, declaró Volodymyr Bykovskyi mientras bajaba cadáveres en bolsas negras de un camión. “Malditos sean los que empezaron todo esto”.
Se esperan muchos más cadáveres recogidos en las calles y en el sótano de un hospital donde hay cuerpos de adultos y niños esperando que alguien se los lleve.
Los ataques aéreos y los bombardeos que sufre Mariúpol –por momentos uno por minuto– reflejan la maldición geográfica que coloca esta ciudad en el camino de Rusia hacia el control de Ucrania. Este puerto sureño de 430 mil habitantes ha pasado a ser un símbolo de la campaña del presidente ruso Vladimir Putin para dominar a la Ucrania democrática y también un símbolo de la resistencia en el terreno.
La ciudad está rodeada de soldados rusos, que lentamente exprimen toda la vida de la urbe a fuerza de bombardeos. Varios pedidos de crear corredores humanitarios para evacuar a los civiles no tuvieron eco hasta que las autoridades ucranianas dijeron el martes que unos 4 mil automóviles con civiles habían partido de Mariúpol en caravana. Los bombardeos alcanzaron una maternidad, el departamento de bomberos, casas, una iglesia y un terreno junto a una escuela. Quedan en la ciudad cientos de miles de personas que no tienen adónde ir.
Las carreteras de la zona han sido minadas y los puertos están bloqueados. Se acaba la comida y los rusos impiden la llegada de alimentos. Casi no hay electricidad y escasea el agua, al punto de que los residentes derriten la nieve para beberla. Algunos padres dejaron sus hijos en el hospital, tal vez en la esperanza de que tengan más probabilidades de sobrevivir en el único sitio que queda con suministro decente de luz y agua.
La gente quema muebles de madera en parrillas improvisadas para calentarse las manos bajo temperaturas heladas y para cocinar la poca comida que queda. Las parrillas las arman con algo que sobra: ladrillos y pedazos de metal de los edificios derrumbados.
Hay muertos por todos lados. Las autoridades locales llevan contabilizadas 2 mil 500, pero esa cifra no toma en cuenta muchos fallecidos que no han podido ser contados por los bombardeos incesantes. Le dicen a la gente que dejen a sus familiares difuntos en las calles porque es muy peligroso realizar funerales.
Muchas de las muertes documentadas por AP son de madres e hijos, a pesar de que Rusia dice que no ataca a los civiles. Los médicos dicen que atienden a diez civiles por cada soldado ucraniano herido.
“Claramente tienen la orden de mantener a Mariúpol como rehén, de humillarlos, bombardearlos constantemente”, declaró el presidente ucraniano Volodímir Zelenski el 10 de marzo.